De la víctima al amor consciente: el cambio que empieza dentro
- Liss

- 30 abr
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 5 may
Hace unos días, Andrea —una amiga de toda la vida, de esas que están desde que una es niña— fue a visitar a mi mamá. Ella ahora vive en Colombia, así que esa visita me dio muchísima alegría. Y con esa alegría vinieron también recuerdos de todo lo vivido. En especial uno, que es de lo que quiero hablarles hoy.
Cuando éramos adolescentes, y yo estaba en una relación de noviecitos, y luego la terminaba, Andrea —con ese humor tan suyo y con tono de broma— me decía:
“Ese era bien… pero le faltaba algo”Jajajajaja ...
¡Les juro que mientras escribo esto la escucho decirlo! y se dibuja una gran sonrisa en mi cara…
“Era bien, pero le faltaba algo”. ¿Por qué el chiste? Porque sí: yo tenía esa excusa repetida. Cuando se acababa una relación, decía: “Era bien, pero le faltaba algo”.
Y así fue… muchas veces.
Yo estaba convencida de eso. Que a ellos les faltaba. Que ellos no estaban listos, no daban la talla, no eran lo que yo esperaba. No me hacían feliz, me hacían sufrir y no me valoraban.
Nunca se me ocurrió mirar hacia adentro. Mi foco siempre estaba afuera, en el otro. El otro que debía cambiar, que no me entendía, que no me daba lo que yo daba, que no me hacía feliz, el otro que estaba por encima de mí, el otro al que debía elegir.
Así fui cambiando de relación —no crean que fueron muchas jajaja— pero lo cierto es que todas llevaban el mismo libreto:
“Era bien pero, le faltaba algo”.
Hasta que un día toqué fondo en una relación.
De esas en las que la vida misma, sin pedirte permiso, te sacude y te invita a mirar adentro porque ya no era lógico que cambiara de pareja, pero, que la historia continuara siendo la misma, ya estaba cansada de lo mismo y sobre todo de culpar y responsabilizar a otro de mi paz. No estaba en paz y reconocerlo fue primordial.
Y justo ahí, cuando decidí mirar dentro de mí, vinieron las preguntas que me dolieron… pero también me despertaron:
Lisset, ¿Estás segura de lo que te estás contando? ¿Realmente al otro le falta algo? ¿Realmente el otro tiene que cambiar? ¿Es su rol cumplir mis expectativas? ¿Es su tarea hacerme feliz?
Y lo más potente: Ir dentro de mí y cuestionarme con mucha honestidad ¿Quién estaba siendo yo en cada una de esas relaciones? ¿Cómo me percibía a mi misma? ¿Qué sentía?
Me vi a mí misma desde un lugar nuevo
Me di cuenta de algo que se repetía: Frente a esas relaciones, la percepción que tenía de mí, era “Lisset, la víctima” “Lisset, la no valorada” “la no amada” “la que lo daba todo y no recibía nada”
Me di cuenta que más allá del dolor de terminar relaciones, lo que realmente dolía era cómo me estaba percibiendo a mi misma, la historia que me estaba contando y que continuamente se repetía.
Porque detrás de ese: "Es bien, pero le faltaba algo" , se escondía un "¿Ves? Otra vez me hicieron daño. Otra vez me equivoqué al elegir. Otra vez fui la que lo dio todo y no recibió nada”. Esto confirma la historia que inconscientemente me estaba contando de mí: “Yo era la víctima en mis relaciones”.

El poder de mirar hacia adentro
Y ahora sí… ¿cuál fue el cambio que surgió cuando tomé la decisión de mirar dentro de mí?
Todo.
Todo, compañeros
Porque cuando empecé a cuestionar esa historia que me había contado (inconscientemente) —la de la víctima, la no amada, la que lo daba todo— algo dentro de mí empezó a romperse. Pero no en el sentido de romperse para destruirse… sino como cuando se rompe una cáscara que ya no te queda, que ya no te representa, que simplemente…no eres.
Así comenzó la transformación. De la víctima al amor consciente: el cambio que empieza dentro
No fue mágica ni inmediata. No es que un día me desperté iluminada, rodeada de mariposas, unicornios y con el alma en paz (aunque no te voy a mentir: ojalá). No. Fue un camino, a veces incómodo, a veces muy doloroso (porque dejar de ser lo que creía haber sido toda mi vida a mi ego le dolía), pero siempre se sintió profundamente liberador.
Porque lo que cambió no fue “el otro”.
Fui yo.
Cuando me rendí a sentir las emociones que guardaba esa niña interna que en algún momento se percibió víctima de la vida, ufff cuánto dolor guardamos en el corazón cuando vivimos creyéndonos pequeños, víctimas del mundo.
El cambio se dió cuando empecé a cuestionarme las historias que me contaba, cuando elegí entregarle a Dios todo esto y pedir ver y verme de otra manera. Justo ahí, empecé a verme con otros ojos, con más compasión, con más claridad, con más responsabilidad— dejé de buscar en los demás lo que solo podía darme yo. Tal vez, empecé a verme como me ve Dios.
El cambio en las relaciones desde la sanación interior
La víctima ya no necesitaba protagonizar, sentir ese dolor guardado me ayudó a transformarlo y a soltar esa vieja y distorsionada identidad.
Y entonces, algo precioso sucedió: mis relaciones comenzaron a cambiar.
No porque encontré al "perfecto" (aunque debo confesar que mi relación con mi marido es un Amor bonito). Sino porque dejé de buscar a alguien que llenara mis vacíos, y empecé a compartir desde mi plenitud, desde mi verdadera identidad: Y es que yo no soy víctima de nada ni de nadie, yo soy por siempre la amada hija de Dios. Así como también lo eres tú.
Dejé de relacionarme desde la carencia o el miedo al abandono, y empecé a elegir desde la autenticidad, desde el deseo real de compartir, no desde la necesidad de salvar, de parecer la buena, de querer mejorar al otro para así sentirme validada.
Y ahí entendí algo que me marcó para siempre:
El verdadero cambio es de adentro hacia afuera.
Las relaciones no cambiaron porque “los otros” ahora fueran distintos. Cambiaron porque empecé a verme distinto. A reconocer mis ilusorias heridas, a sentir mis emociones reprimidas y a permitir que el milagro transformara mi percepción.
Ya no se trata del otro
Se trata de si yo estoy presente, consciente, y disponible para hacerme responsable una y otra vez de lo que siento y de cómo me veo frente a una relación.
Porque cuando sanamos adentro, se transforma todo afuera: los vínculos, las elecciones, las dinámicas, hasta el modo en que nos despedimos cuando algo no funciona.
Y aunque sigo en el camino (porque esto nunca se acaba), hoy puedo decir que ya no me cuento la historia de la víctima porque elegí retomar mi poder y dejar de temer a las historias bonitas donde la grandeza, la completud, la sensación de sentirme amada, son las protagonistas.
Cuando vas al corazón, todo se transforma
Por tanto, si yo no me cuento esa historia, mis relaciones se muestran totalmente diferentes, me siento amada, acompañada, sostenida y en una relación de Amor bonito, una relación guiada por Dios, una relación donde ambos estamos dispuestos a ir adentro antes de culpar afuera.
Hoy me cuento la historia de una mujer que decidió hacerse cargo de sí misma, con todo lo que eso implica. Y esa, créeme, es la historia más poderosa que he aprendido a escribir.
Todo lo que en mi vida se ha transformado, ha sido el resultado de ir al corazón, del perdón.
Porque el verdadero cambio va “de adentro hacia afuera” cuando atiendes tus emociones y cuestionas lo que te cuentas, inevitablemente te encuentras con tu grandeza!
Nuestra paz y felicidad nunca dependen del comportamiento del otro, es una elección, la sútil y a la vez poderosa elección de ir al corazón.!
Con Amor Liss.




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