Volví a conectar con Dios y sané mi culpa.
- Liss

- 18 jul
- 4 Min. de lectura
Desde niña tenía mucha curiosidad con respecto a Dios. Recuerdo un día, no sé qué edad tenía, pero era muy chiquita, en el que estaba acostada en la cama con mi papá. Yo lloraba porque no entendía de dónde veníamos los humanos. Como que las cuentas no me daban con la teoría de la creación. Y él simplemente me dijo que veníamos de Dios. De un Dios bueno. De un Dios de Amor.
Mi papá estuvo en este plano físico hasta mis 10 años, pero esos años bastaron para mostrarme la espiritualidad desde su forma de vivir. Un hombre que, cuando me diagnosticaron una rara enfermedad en la pierna, lo primero que hizo fue llevarme a la casa del doctor José Gregorio Hernández.
(Si no eres de Venezuela: la casa del Dr. José Gregorio Hernández está en Isnotú. Fue llamado “el médico de los pobres”, y luego de su muerte fue beatificado. Las personas van allí a pedirle milagros... bueno, mi padre, antes de que yo entrara al quirófano, me llevó a ese lugar). Sí, mi papá y yo viajamos solitos a ese lugar, lo recuerdo con tanto Amor y Fé pidiendo por mi curación. Me dijo que cuando me sanara regresaríamos juntos porque él había hecho una promesa. Con los años, yo me curé pero, no volvimos porque mi papá ya se había ido.
Gracias a todas estas experiencias, en mi niñez mantuve una percepción de Dios como el Dios del Amor. El Dios que ama. El Dios que sana.
Luego llegó la adolescencia... y la educación que recibí cambió completamente esa percepción. Empecé a creer en un Dios que castiga si no me portaba bien. En el Dios que no me iba a amar si tenía novio o si iba de fiesta. Si salía mal en el boletín de notas del colegio o no cumplía con los estándares de lo que, en ese momento, se entendía como “ser alguien digno de amor”.
Cuando el Dios del castigo reemplazó al Dios del Amor
Imagínate: yo, una adolescente rebelde, con notas que según lo esperado no eran “tan buenas”, con “problemas de conducta” según mis profesores… (tampoco nada grave, solo que hablaba mucho en clase, me gustaba la guachafita, asistir a fiestas con mis amigos, usaba la falda más arriba de la rodilla, me gustaban mis traguitos de alcohol, respondía si me sentía atacada, tenía novio…) Pero sí, todo eso, según la educación que recibía, estaba MAL.
Todo eso, según lo que me enseñaron, era PECADO. Y, por lo tanto, yo no era digna de amor.
Así que fue en la adolescencia donde comencé a sentirme indigna de amor. Sentía culpa. Me sentía incorrecta. Y, claro, mi relación con Dios empezó a basarse en el miedo. Ese Dios de Amor que de niña sentía en mi corazón… se esfumó.
Dejé de verlo como el Dios que ama incondicionalmente. Sentía rabia, abandono, y una sensación de incorrección dentro de mí que intenté llenar con muchas cosas. Pero nada era suficiente.
Así anduve por la vida unos años más, percibiéndome insuficiente, carente, incorrecta, separada de Dios. Indigna de Su Amor.
Y esta sensación, compañeros… duele full.
Porque cuando —a nivel consciente o inconsciente— te sientes separado de Dios, indigno de su amor, también te sientes indigno del amor del mundo.
El reencuentro: cómo Un Curso de Milagros cambió mi percepción de Dios
Tú dirás: "Ajá, ¿y cómo alguien que vivió esta relación con un ‘Dios castigador’ hoy puede hablar de un Dios de Amor incondicional?"
Sí. Gracias a la vida, la historia cambió. Yo siempre les digo: la vida mueve sus piezas y nos pone en los lugares y frente a las personas perfectas para conocernos de verdad.
Cuando conocí, empecé a estudiar e integrar las enseñanzas de Un Curso de Milagros en mi vida, todas esas ilusiones y locuras que en algún momento me creí —sobre ser incorrecta, sobre no ser suficiente, sobre sentir culpa por ser quien soy— se empezaron a desvanecer, poco a poco.
Esa rabia que sentía hacia el mundo y hacia Dios —por creer que me había abandonado, que me había castigado, que no me amaba— también comenzó a transformarse. Porque las ilusiones son pasajeras. Tienen fecha de vencimiento. La Verdad es lo único que permanece.
¿Y cuál Verdad? Que jamás he estado separada de Dios. Y tú tampoco lo estás.Que jamás su Amor me ha sido quitado.Que todas esas experiencias que viví en mi adolescencia fueron perfectas para ese momento, pero no eran sostenibles en el tiempo. Porque simplemente no eran la Verdad de lo que Soy.
A través de Un Curso de Milagros, volví a vivirme y a sentirme como esa niña pequeña, con una hermosa curiosidad por el misterio de Dios. Volví a sentirme desde su Amor incondicional. Ese Amor que me abraza 24/7. Que sana. Y volví a sentir eso que tanto anhelaba: Saberme siempre digna del Amor bonito. Volví a conectar en el corazón con eso que me dijo mi papá: Venimos de un Dios bueno, de un Dios de Amor.
Y cuando viene la mentecita a querer convencerme de lo contrario, vuelvo a este recuerdo poderoso que aprendí a integrar con el Curso: Soy una extensión perfecta de Dios. De esta manera sané mi culpa.
Y vivirse desde aquí es una chimba, compañeros. ¡Ayy! Se me salió la paisa, jajajaja.
La invitación
Gracias por leer hasta aquí. Mañana sábado 19 de julio tenemos la Masterclass “Una invitación a vivir Un Curso de Milagros”. Y sí: va a estar poderosa y llena de mucho Amor.
Si estás harto de sentir culpa, de esa sensación de insuficiencia, si te percibes como incorrecto y estás buscando paz… o si simplemente algo dentro de ti se siente llamado a integrar las enseñanzas de Un Curso de Milagros…
Esto es para ti.
Nos vemos mañana 🤍 Si aún no eres parte del grupo de la Masterclass aquí te dejo el link https://chat.whatsapp.com/KgYw73FBkOKKmN1G87ycND







Hermoso liss... Gracias por compartir con esta linda comunidad tu experiencia ✨